lunes, 25 de junio de 2012

Hasta siempre, Los Cristales.


La vida es un constante cambio. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer implica un giro inminente en la dirección que las cosas toman su curso. Un ciclo se cierra y uno nuevo comienza.

La vida está en constante movimiento y nosotros, que somos parte de ella, nos movemos también.

Después de seis años de trabajar en un pequeño colegio rural, se ha presentado una nueva oportunidad para mí, en otra ciudad, en otra área laboral y con nuevas personas a mí alrededor; algo totalmente diferente y en lo que jamás pensé que sería posible, se convirtió en mi nueva realidad.

Es todo tan distinto que en más de una ocasión me pregunté si valía la pena cambiar la comodidad y estabilidad que tenía en aquél rinconcito de mi pueblo por este nuevo desafío, por este lugar en donde se habla diferente y tienen normas a las que no estoy acostumbrado. Dudé, pero poco a poco he ido aprendiendo las nuevas tareas, la risa ha ido regresando y mi ánimo mejora con cada día que pasa… aunque aún extraño  a los amigos que dejé atrás, porque en seis años se crean lazos más fuertes que los que sólo te imponen un contrato de trabajo. Ya no ves a un simple grupo de compañeros de trabajo, te sientes rodeado de gente que te aprecia, que te brinda su confianza y su amistad.

Cuando el reloj marca las 10.00 hrs o se acerca una efeméride importante, aún me pregunto en qué estarán los niños y niñas de Los Cristales; Lo pienso y sonrío con algo de nostalgia.

Seguramente extrañaré por mucho tiempo más los chistes y la risa incontenible de la Tía Ana María, los consejos y el sentido del humor “diferente” de la Tía Ruby, las conversaciones de música con el Tío Osvaldo y las anécdotas y sabiduría de la Tía Eli (¡No sacamos nada en limpio, pero por Dios que nos reímos!).

Será difícil olvidar las conversaciones poco serias y cómplices con la Tía Pilar y el Tío Adán (¡Uyyy!)… y ni hablar de los ricos regaloneos azucarados y los ataques de risa con las Tías Mary, Sandra y Chela (¡Ay, chiquillas que las echo de menos!).

Cómo no recordar el sentido del compromiso de la Tía Olga, el humor ácido de la Tía Eliana, las historias ingeniosas del Tío Robinson, la sencillez  de la Tía Rosa, la seriedad combativa del Tío Veloso y la inagotable buena disposición de la Tía María Rosa, así como las extensas conversaciones entre plastificados y recargas de tinta con la Tía Katia y el Tío Julio (Tan productivas siempre, que de seguro han hecho mejor la educación en Chile…).

Tampoco olvidaré a las Tías Flor, Cata, Marcela, Guisela y María Angélica, que pusieron su mejor esfuerzo en entender el genio y el extraño sentido del humor del Tío de Computación, al que aunque le sacaron canas verdes, lograron hacerlo reír tantas veces…

Ni a la Tía Chela ni al Tío Juan, con sus entretenidas conversaciones en el casino y clases gremiales (¡Porque nunca está demás saber de las cosas de la vida ni de bonos y días administrativos con goce de sueldo!).

Desde aquí, mi pequeño rincón en la red, quiero saludar a todos quienes durante todos estos años –que ahora no parece ser tanto tiempo– me brindaron su alegría, apoyo, consejos y sobre todo, su amistad. A cada uno de ustedes un gigantesco GRACIAS y para el Colegio Gabriel Benavente Benavente y la comunidad de Los Cristales un gran HASTA SIEMPRE.

Con cariño:

El Tío de Computación.

P.S. Recuerden que las frases “Pare’ que juera tonto el Tío de Computación”, “Podría ser peor” y “¿Por qué no puedo ser feliz?” tienen derecho de autor y no pueden ser usadas sin mi permiso.

Esta es la presentación para la ceremonia de Licenciatura 2011... Un bonito recuerdo, con mis breves 3 segundos de fama: