Hoy, quiero hablar de un sitio en la red; un lugar en donde todo es posible y que nunca deja de sorprender.
Desde España nos llega The Racunet, un fotolog lleno de impresiones personales del autor, repleto de energía, sueños y esperanzas. Aquí puedes leer historias cotidianas y cometarios sobre los más diversos temas del acontecer mundial.
The Racunet, no para de sorprender. Puede gustar o no, pero jamás deja indiferente.
A continuación, dejo para ustedes uno de los textos que más me ha emocionado y que fue escrito el 20 de diciembre del 2007... Que la disfruten!
Os quiero contar algo que me sucedió ayer, algo que me hizo sonreír de suavidad durante muchas horas...Aún me dura...
Ayer, al atardecer, con un frío de mil demonios, estaba con mi pareja esperando el tren. Charlábamos, hablábamos, nos reíamos... nos mirábamos intensa y fugazmente, jugando con pequeños roces de la mano, de esos que te saben a miel y de los cuales nadie sabe... Llegó el tren, nos sentamos y como es nuestra costumbre, empezamos a fijarnos en la gente, en su trajín, en su ir y venir... imaginando cómo serían sus vidas, sus problemas, sus alegrías... y sólo con mirarnos, nos entendíamos...
Casi al final del trayecto, creo recordar que faltaban como unas tres o cuatro paradas, se sentó una chica delante nuestro, con aire decidido y con una hermosa sonrisa. No pude quitar mi mirada de ella. Observé cada movimiento, cada gesto... y noté como, apenas sin darme cuenta, mis labios dibujaban una dulce sonrisa.
No hizo nada extraño. Nada hizo que me llamase la atención tanto como para no poder dejar de observar... Se sentó, no sin antes mirarnos y sonreír. Colocó bien su abrigo sobre las piernas. Abrió su mochila de color verde "Lacoste", desgastada por un uso diario, creo intuir que era una de esas mochilas fetiche, es decir de esas cosas que siempre llevamos porque las amamos hasta ni se sabe dónde... Abrió la cremallera de esta y sacó un libro del "Barco De Vapor", no pude ver bien el título..., y comenzó a leer. Despacio resiguiendo las palabras, acariciando cada palabra impresa con el dedo, fijandose en cada en cada punto, en cada coma... Toqué con suavidad el brazo de mi compañero, y me indicó con un leve gesto de cabeza que se había dado cuenta de todo. La chica no leyó más de página y media porque los altavoces avisaban de la proximidad de la estación, la de final de viaje. Todo el mundo empezó un loco ajetreo: ponerse en pie, periódicos, bolsas, empujones, disculpen, oh no pasa nada... y la chica, con tranquilidad, volvió a coger su mochila, guardó su libro dentro de la mochila verde, no sin tener unos cuantos problemas, se puso el abrigo sentada, con cuidado de no molestar y, mientras esperaba a que entrasemos en la estación, sacó de un bolsillito una barra de cacao, claro que antes miró su móvil último modelo por si tenía algún sms, y se dejó unos labios bien brillantes.
Llegamos al destino, y ya nuestras vidas volvíeron a separarse para siempre, supongo. Y yo, sonríendo.
Sonríendo por la sencillez, por el saber estar, por el saber hacer de la chica.Por su independencia, por su autonomía, por su valentía, por su vivir la vida.
Porque su Sindrome de Down no ha sido un muro en su vida. Y sobre todo... por su hermosa sonrisa.
Ayer, al atardecer, con un frío de mil demonios, estaba con mi pareja esperando el tren. Charlábamos, hablábamos, nos reíamos... nos mirábamos intensa y fugazmente, jugando con pequeños roces de la mano, de esos que te saben a miel y de los cuales nadie sabe... Llegó el tren, nos sentamos y como es nuestra costumbre, empezamos a fijarnos en la gente, en su trajín, en su ir y venir... imaginando cómo serían sus vidas, sus problemas, sus alegrías... y sólo con mirarnos, nos entendíamos...
Casi al final del trayecto, creo recordar que faltaban como unas tres o cuatro paradas, se sentó una chica delante nuestro, con aire decidido y con una hermosa sonrisa. No pude quitar mi mirada de ella. Observé cada movimiento, cada gesto... y noté como, apenas sin darme cuenta, mis labios dibujaban una dulce sonrisa.
No hizo nada extraño. Nada hizo que me llamase la atención tanto como para no poder dejar de observar... Se sentó, no sin antes mirarnos y sonreír. Colocó bien su abrigo sobre las piernas. Abrió su mochila de color verde "Lacoste", desgastada por un uso diario, creo intuir que era una de esas mochilas fetiche, es decir de esas cosas que siempre llevamos porque las amamos hasta ni se sabe dónde... Abrió la cremallera de esta y sacó un libro del "Barco De Vapor", no pude ver bien el título..., y comenzó a leer. Despacio resiguiendo las palabras, acariciando cada palabra impresa con el dedo, fijandose en cada en cada punto, en cada coma... Toqué con suavidad el brazo de mi compañero, y me indicó con un leve gesto de cabeza que se había dado cuenta de todo. La chica no leyó más de página y media porque los altavoces avisaban de la proximidad de la estación, la de final de viaje. Todo el mundo empezó un loco ajetreo: ponerse en pie, periódicos, bolsas, empujones, disculpen, oh no pasa nada... y la chica, con tranquilidad, volvió a coger su mochila, guardó su libro dentro de la mochila verde, no sin tener unos cuantos problemas, se puso el abrigo sentada, con cuidado de no molestar y, mientras esperaba a que entrasemos en la estación, sacó de un bolsillito una barra de cacao, claro que antes miró su móvil último modelo por si tenía algún sms, y se dejó unos labios bien brillantes.
Llegamos al destino, y ya nuestras vidas volvíeron a separarse para siempre, supongo. Y yo, sonríendo.
Sonríendo por la sencillez, por el saber estar, por el saber hacer de la chica.Por su independencia, por su autonomía, por su valentía, por su vivir la vida.
Porque su Sindrome de Down no ha sido un muro en su vida. Y sobre todo... por su hermosa sonrisa.
Visita The Racunet en: http://www.fotolog.com/genestel
...¡¡¡gracias!!!
ResponderEliminarTsm!