Se encuentra próximo a ser votado en la Cámara de Diputados el proyecto de ley que establece la inscripción automática en los registros electorales y el voto voluntario. Una reforma de tal naturaleza significaría el aumento más significativo del padrón electoral en Chile, desde la introducción del voto femenino en 1949. Más de dos millones y medio de jóvenes chilenos quedarían habilitados para votar por el sólo ministerio de la ley. Asimismo, el sistema ganaría en legitimidad democrática. Nada de imposiciones ni coerción; los candidatos ahora deberán convencer a la gente con sus propuestas. ¿Quién podría oponerse a tamaño avance democrático?
Dos tipos de personas: los principistas, que ven en el voto un deber cívico; y los políticos tradicionales, que ven en el voto voluntario una amenaza a sus actuales posiciones de privilegio con un padrón electoral congelado, como es el que tenemos en la actualidad.
Si bien hubo una leve tendencia entre los jóvenes inscritos a votar por Joaquín Lavín en 1999, lo más probable es que el comportamiento electoral de la masa que ingresaría al padrón no diferiría mayormente del resto de la población votante.
Esto es, un comportamiento que demuestra una leve pero sostenida ventaja para la Concertación por sobre la Alianza, de entre 5 y 8 puntos porcentuales. Una serie de circunstancias políticas y económicas le permitió a la derecha acercarse a la Concertación en 1999 e hizo que el 48 por ciento de los electores votara por Lavín. Por lo tanto, la derecha ahora debiera mantener ese mismo padrón y apelar a todos los que ya dieron una vez el decisivo paso de cambiarse de bloque político y optar por la derecha. Eso se hace prácticamente imposible, si ingresan dos millones y medio de jóvenes que nunca votaron por Lavín.
Además, los estudios indican que una serie de valores y preferencias de los jóvenes aparecen más cercanas a lo que son posiciones de izquierda o centroizquierda. La solidaridad, el cuidado del medioambiente, la igualdad de oportunidades, el avance de la mujer en la sociedad, la tolerancia, entre otras, son causas más ligadas al progresismo que a las posiciones conservadoras. En general, el denominado “cambio cultural” que se ha vivido en Chile parece favorecer más el movimiento progresista que a las posturas más tradicionales.
Sin embargo, también hay cálculo electoral en los legisladores, incluyendo algunos de la propia Concertación. Varios se han acostumbrado al electorado de sus distritos y no están dispuestos a añadir una cuota de incertidumbre a su vida parlamentaria. Es de esperar que éstos no terminen brindando el espectáculo de entrabar una reforma de tanta trascendencia histórica como ésta.
Finalmente, algunos politólogos dicen que el voto voluntario encarecería las campañas y produciría una dramática baja en la participación, que terminaría poniendo en peligro el propio sistema democrático. Sin embargo, el nivel de gasto electoral en Chile ya es altísimo y la participación de la población en edad de votar ya es baja (cercana al 60 por ciento). La nueva ley de Gasto Electoral seguramente ayudará en lo primero, a la vez que no tenemos certeza que una reforma acerca de voto voluntario hiciera bajar la participación a niveles inferiores de los actuales.
En Chile vivimos una situación de voto voluntario “de facto”, pues las sanciones ya no se aplican. Sincerar este sistema y a la vez incorporar dos millones y medio de jóvenes al padrón, podría terminar fortaleciendo la legitimidad y representatividad de nuestras autoridades, y de esta manera, profundizar nuestra democracia.
Voto voluntario, ¡ahora!
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