Hace unos días ví uno de esos programas en televisión en donde, médicos de distintas disciplinas, reconstruyen alguna parte defectuosa del cuerpo del protagonista de la historia. La verdad no los veo por consumir morbo, muy de moda hoy en día, si no porque me maravillan los avances de la medicina reconstructiva y como esta puede ayudar a mejorar la calidad de vida de una persona.
La semana pasada ví la reconstrucción del rostro de una mujer que, a sus 70 años, quería reconstruir su cara ya que padecía de labio liporino, cosa extraña ya que aquél defecto congénito es una operación casi de rutina hoy en día, pero que en sus tiempos de juventud prácticamente no tenía solución. En Chile, nacen aproximádamente 400 niños al año con este problema y todos son operados alrededor de los 3 años de vida y por tanto, no son presas de la burla ni el menosprecio por el que pasó esta mujer.
El caso me ha impactado, no por el defecto en sí mismo, si no por el daño personal y la tristeza que llevaba sobre sus hombros desde pequeña. Fue objeto de maltratos por parte de sus amigos, vecinos e incluso de su familia. Se caso a los 20 años pero su esposo la abandonó a los 4 años de estar juntos y sin embargo, salió adelante sola contra el mundo.
He pensado luego en que cuando tenemos algo que nos pesa y nos mata el alma cada día, nos ponemos una coraza y nos enfrentamos a todos y a todo para sobrevivir, que el daño interno lo disfrazamos con una cara dura y hacemos de cuenta de que todo nos resbala y nada nos afecta, pero el miedo siempre está ahi, oculto en lo más profundo de nuestro ser, carcomiéndonos por dentro. El miedo a estar solos, a nos ser comprendidos y el miedo a la mofa fácil de los demás. Cuando estamos solos y no hay nadie de quien defenderse, el miedo nos mira a la cara y se rie de nosotros; es quien nos gobierna y comanda nuestras vidas.
Todos tenemos miedo y yo, mirando en retrospectiva, no soy la excepción. Me he pasado el tiempo siendo valiente y pasando por encima de todos quienes me atacan, defendiendo posturas que me validen ante el resto aunque nadie lo note y tratándo de hacer cambiar al mundo poco a poco para sentirme, sin éxito claro, mejor yo mismo.
Pues, ya no quiero ser más presa del miedo y no viviré más en función de él, de lo que los demás dicen o de lo que se supone debe ser. Desde hace un tiempo, vengo rompiendo mi propia cadena, eslabón por eslabón, siendo yo mismo, sin mentir ni aparentar nada. Lo que soy no lo he elegido, pero si puedo elegir con quienes quiero compartirlo, puedo elegir como vivir el tiempo que se me dió y la manera en que viviré mi vida... Elijo ser libre!
Hoy me siento un poco más aliviado y respiro tranquilo, porque me he extirpado el temor y voy cerrando paso a paso mis propias heridas. No voy a ser el centro de atención, pero tampoco estaré más entre las sombras ni escondido del mundo temiendo ser pisoteado ni señalado por nadie. El miedo ya no me gobierna más!
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