Después del terremoto nos ha cambiado la vida a todos los chilenos de una u otra forma, más o menos, no hay quien no haya tenido que lamentar algo.
Algunos lo han perdido todo, mirando impotentes como años de esfuerzo se vienen al suelo, convertidos en un cerro de escombros. Otros han tenido que lamentar la muerte de un ser querido y muchos más, que corrimos con más suerte, sufrimos con el paso de los días, las consecuencias de una naturaleza caprichosa.
No he visto noticias desde el 27 de febrero, así que no manejo cifras oficiales, pero es que no quiero saber de más desgracias, ni de más personas desaparecidas, ni familias en la calle con hambre y frío. Sólo sé que la casa que me cobijó desde que tenía 4 años quedó con daños estructurales tan serios que debe demolerse. Qué horrible suena esta palabra!!! Me detengo unos minutos y dejo de escribir, porque me he puesto a pensar lo que esto significa. Son miles de recuerdos, olores, sonidos... construir poco a poco una vida que se viene de súbito al suelo... Finalmente no es el valor comercial lo que duele, si no la propia historia que se convierte en escombros, trozos de cemento, madera y barro que ahora no valen nada porque ya no tienen vida.
Desde todo el mundo llega ayuda económica; alimentos, medicamentos y toda clase de cosas con el fin de ayudar a los damnificados, que son cientos de miles. Los propios compatriotas triplicaron la meta de 15 mil millones de pesos en la teletón que se organizó para reunir fondos, pero el dolor de una vida destrozada no se compensa con nada.
Ayer terminé de sacar las planchas de pizarreño del techo y las apilé en el patio, así como las últimas cosas que aún quedaban esparcidas por la casa. Me he parado luego frente a 4 muros vacíos y los he mirado con nostalgia durante muchos minutos. Sin plantas en las ventanas, sin muebles en el comedor, sin los cuadros de mi hermano en las paredes, sin mi mamá reparando alguna prenda en su máquina de coser, sin mi música sonando por todos lados, sin ese inconfundible olor al pollo asado con arroz primavera de cada domingo en el aire... sin nada más que barro y cemento...
Poco a poco el país se va reconstruyendo. Mi pueblo en cambio, lentamente va desapareciendo, sucumbiendo bajo el poder destructor de las retroescabadoras que demuelen todas aquellas casas que no soportaron los 8,8 grados del terremoto y mañana, es el turno de mi casa.
En un año más, talvez, pueda volver al mismo terreno que hoy debo dejar, a una casa nueva en compañía de mi madre, la que me crió y que ahora está en Santiago, muy lejos de aquí, esperando a que pueda traerla de vuelta...
Desde aquí, en medio de la tristeza y del cansancio por las decenas de trámites que implican una demolición y un cambio de casa imprevisto, quiero también tomarme un tiempo para agradecer, especialmente a mis amigos, a los de siempre, por toda su ayuda en este largo mes: A Paula y su familia, por darnos a mi mamá y a mí un techo seguro donde dormir las primeras noches y por su constante preocupación. A Ángel y Jaumet, que desde España supieron mantenerse en línea las primeras horas para asegurarse de que estábamos vivos y hoy para que no falte el ánimo para seguir adelante. A Jorge, por estar cerca a pesar de que su familia ha resultado dañada también. A Mario, mi hermano, por estar pendiente cada minuto y llamar cada vez que la distancia y las comunicaciones se lo han permitido, por su apoyo emocional y preguntar "cómo estás tú?". A Félix, por los llamados de cada día, por multiplicar mis manos rearmando todo y en especial, muy en especial, quiero agradecer a Jany y a Víctor, por ser tan generosos y desinteresados, porque simplemente no sé que sería hoy de mí sin ellos y toda su ayuda. A todos y cada uno (a) de las personas que se han mantenido en contacto, que han preguntado por mí y por mi mamá, me han ofrecido ayuda y me han dado ánimos... para todos (as);
GRACIAS!!!
El miedo me atenazó aquella mañana cuando escuchamos las noticias en la radio del coche y, nuestro fin de semana en la montaña se volvió gris y de un frío atenuante.
ResponderEliminarNuestra mayor preocuoación era ubicar a nuestros amigos de Chile y saber que estaban bien, pero los pensamientos sobre su suerte eran duros y reales. Quizá estaban muertos, o desaparecidos, o heridos...
Tras interminables horas, conseguimos tener noticias, buena snoticias y aún así el mideo no nos dejó... hasta casi un mes después.
Mi hermano del alma ha superado todo esto, ha superado el puto terremoto y sus tristes consecuencias y, a pesar del gran desgaste, sigue luchando, al pie del cañón con su fuerza interior característica y retomando su sonrisa, aunque en sus ojos una pequeña bruma parece que se ha aposentado para siempre...
Sentirme orgulloso de él es lo máximo que puedo decir. Sentirme afortunado por tenerlo en mi vida es el mayor regalo que la vida me podía ofrecer, contar con su amor y cariño, con su presencia -a pesar de la distancia-, saber que siempre está presente... es una bendición.
Porque él... él es mi hermano del alma y forma parte de esa familia que yo mismo me he creado y que es mi verdadera familia.
GRACIAS A TI por seguir ahí, por no ceder ni abandonar... por mostrarnos tu corazón a pesar de que la vida jamás te lo ha puesto fácil
Y gracias a todas esas personas a las que nombras y que, si te ayudan y te tienden sus manos, es porque lo mereces. Sin duda alguna.
T'estima el teu amic,
genestels
Gracias por tus palabras, Gene. Hasta haz logrado que me emocione!!!
ResponderEliminarEstoy en mi "casa temporal", aún esperando a la máquina que vendrá a demoler lo que queda de mi casa. Entre el almuerzo y la limpieza y reordenamiento de mis cosas, he entrado unos minutos a revisar las nuevas de la red.
Te quiero tanto, y a Veteli, que no logro encontrar las palabras apropiadas para decirlo.
Abrazos!!! :-)
Me alegro de que todo vaya volviendo poco a poco a la normalidad. Te lo mereces, Roddo.
ResponderEliminarGracias, Logan.
ResponderEliminarUn abrazo!