Con motivo de mi última ida al cine hace unos días, me fui en una de esas voladas existenciales y me puse a pensar en lo que pasa una vez que aparece la frase “The end” en una película.
Parece ser que todos aman los finales felices, esos en donde los protagonistas se van a fondo negro en un largo y esperado beso que tardó en llegar casi 2 horas, o por ver morir al malo de la historia, pagando por todas las explosiones de la trama, por la sangre derramada de gente inocente y viendo como se le escapa el triunfo en el cuadro final, justo, justo segundo antes de que los créditos de quienes trabajaron en la cinta aparezcan. Pero, ¿Qué hay después? ¿Siguen tan felices o, como en la vida real, algo nuevo y desconocido pasa? Supongo que por eso existen las segundas y terceras partes, ¿No?
Fuera del cine, el punto que define eso llamado “The end” parece no llegar nunca. Los que se casan, son padres, consiguen graduarse en la universidad y logran ese ascenso en el trabajo, cosas que esperaron toda su vida, el “final feliz”, no es más que el comienzo de un nuevo capítulo; una segunda parte, otra historia.
Hace dos días, Mario me llamó desde Bélgica para contarme acerca de sus proyectos, su día a día, lo apretado que está por las limitaciones idiomáticas, de dinero y contactos sociales. Decirme que hay días más malos que otros, pero que todo vale la pena, porque cada cosa que pasa es un nuevo aprendizaje.
Sin querer, dentro de la conversación, soltó una frase que me quedó dando vueltas y ha terminado por responder mi rollo, el que tenía hace ya un par de semanas: “Nada está dicho, todo está en movimiento”.
Esa simple frase resume para mí el presente y el futuro. Lo que hacemos, decimos, todo tiene una consecuencia y genera un cambio de dirección en nuestro camino y en el de los demás. Todo es incierto y las probabilidades de éxito siempre son pocas, pero que hay que seguir tirando hacia adelante, porque puede que todo termine valiendo la pena.
¿Quién sabe si con esfuerzo, constancia y quizás con un poco de suerte también, consigamos nuestro anhelado y merecido “Happy end”?
Espero fervientemente que no seamos más que simples personajes secundarios, que entran y salen de la historia, en esta gran película llamada “La Vida”.
Parece ser que todos aman los finales felices, esos en donde los protagonistas se van a fondo negro en un largo y esperado beso que tardó en llegar casi 2 horas, o por ver morir al malo de la historia, pagando por todas las explosiones de la trama, por la sangre derramada de gente inocente y viendo como se le escapa el triunfo en el cuadro final, justo, justo segundo antes de que los créditos de quienes trabajaron en la cinta aparezcan. Pero, ¿Qué hay después? ¿Siguen tan felices o, como en la vida real, algo nuevo y desconocido pasa? Supongo que por eso existen las segundas y terceras partes, ¿No?
Fuera del cine, el punto que define eso llamado “The end” parece no llegar nunca. Los que se casan, son padres, consiguen graduarse en la universidad y logran ese ascenso en el trabajo, cosas que esperaron toda su vida, el “final feliz”, no es más que el comienzo de un nuevo capítulo; una segunda parte, otra historia.
Hace dos días, Mario me llamó desde Bélgica para contarme acerca de sus proyectos, su día a día, lo apretado que está por las limitaciones idiomáticas, de dinero y contactos sociales. Decirme que hay días más malos que otros, pero que todo vale la pena, porque cada cosa que pasa es un nuevo aprendizaje.
Sin querer, dentro de la conversación, soltó una frase que me quedó dando vueltas y ha terminado por responder mi rollo, el que tenía hace ya un par de semanas: “Nada está dicho, todo está en movimiento”.
Esa simple frase resume para mí el presente y el futuro. Lo que hacemos, decimos, todo tiene una consecuencia y genera un cambio de dirección en nuestro camino y en el de los demás. Todo es incierto y las probabilidades de éxito siempre son pocas, pero que hay que seguir tirando hacia adelante, porque puede que todo termine valiendo la pena.
¿Quién sabe si con esfuerzo, constancia y quizás con un poco de suerte también, consigamos nuestro anhelado y merecido “Happy end”?
Espero fervientemente que no seamos más que simples personajes secundarios, que entran y salen de la historia, en esta gran película llamada “La Vida”.
4 comentarios:
Según las teorías metafísicas, la felicidad no debe depender de un punto futuro o pasado. Como el pasado ya ocurrió y el futuro no ha llegado, todo lo que nos queda es un infinito presente que cambia constantemente. Ese presente es el que debemos atrapar para encontrar la felicidad que no depende de lo que hicimos o no hicimos ayer o de lo que hagamos o dejemos de hacer mañana. En este momento soy feliz. Este instante es mi ahora y no necesito nada para ser feliz más que saberme presente en este momento. Lo difícil es poder vivir en el "ahora".
Interesante, Jaime, aunque esto no hace más que reafirmar lo efímero de la felicidad. :-(
Sólo los tontos son felices. El resto, nos conformamos con momentos de felicidad.
Amén!
Lamentablemente, esos monentos siempre son pocos y demasiado breves como para alcanzar a notar que eres feliz.
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