Chile y su Bicentenario.


Entre empanadas, chicha, anticuchos y asados se han celebrado los 200 años de independencia de Chile, esta larga y angosta faja de tierra que nos cobija (siempre me ha parecido tan siútica esta frase); la copia feliz del edén, como dice nuestro himno patrio.

Cuatro días de ocio y millonarias pérdidas económicas para un país devastado tan recientemente. Celebrando al ritmo del raggaetón, la cumbia y las rancheras. Con niños cubriendo el cielo de volantines plásticos “made in China”.

En televisión miramos el show de luces en el frontis de La Moneda, producido por una empresa francesa, recordándonos que Santiago es Chile y enrostrándonos cómo unos pocos pueden gastar millones de pesos en un espectáculo aburrido mientras otros, en regiones, no tienen qué comer. Hablándonos del heroísmo de 33 hombres atrapados en una mina, usándolos como cortina de humo para que olvidemos que hay miles de compatriotas que aún no tienen una casa digna donde vivir.

Vemos con asombro la perfección de nuestras fuerzas armadas desfilando en la Parada Militar y obviamos el hecho de que se gastaron 80 millones de pesos en una caja que en 100 años verán, seguramente con vergüenza, los chilenos del futuro.

Somos una raza especial, de mala memoria, que compramos a precio de oferta todo lo lindo que las autoridades y la televisión nos dicen. Lo feo y lo triste no conviene recordarlo porque a algunos los hace bajar unos puntos en las encuestas. ¿Alguien se ha preguntado cómo celebraron estas fiestas patrias la gente que lo perdió todo en el terremoto y que aún espera una solución concreta por parte del Gobierno, el mismo que se gastó el dinero para construir cientos de casas en los actos oficiales?

Hoy tenemos una sonrisa que no nos cabe en el rostro y mañana lloraremos porque no nos alcanza el dinero para llegar a fin de mes.

Lindas se ven las banderitas con la estrella solitaria colgadas en las casas y en los postes de alumbrado público, pero más bonitas se verían flameando en un país en donde las desigualdades entre un chileno y otro no fueran tan abismantes, porque seguramente un niño de Nahuelbuta, en la novena región, que no tiene luz eléctrica ni agua potable en su casa, no lo ha pasado tan bien como otro que vive en Las Condes, en Santiago, que pudo ir a las Ramadas y de vuelta pasar al Mall a tomarse un helado antes de irse a dormir, pensando que la fiesta alcanzó para todos.

Feliz Bicentenario!

2 comentarios:

José Manuel dijo...

Te dejo un saludo amigo Roddo...que tengas una buena semana...aps...
la forma que habitualmente se usa en nuestro pais...es la politica ... a veces hablar desde una tribuna tan elitista como es el Blog no tiene muchas repercuciones!.. un abrazo..

Roddo dijo...

Pues, la verdad tampoco creo que un insípido comentario como el mío vaya a cambiar algo, pero tampoco ha sido, ni es, mi intención.

Este país está gobernado por 4 familias y un puñado de políticos, que toman desiciones en sus conglomerados según conveniencia...

Lo mío es paja molida y no pasa de ser sólo un comentario.

Saludos! :-)

 

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